sábado, 27 de septiembre de 2008

TSSS: bajo los focos, y si todo se descubriera? by: hada azul

Capítulo 2 – Aterradora.

Me quedé parado en la puerta. Bill me miró expectante, y me decidí a entrar. Cerró la puerta tras de mí y dio la luz.

Su suite era un poco más pequeña que la mía, pero tenía un cierto aire más acogedor. Eso es extraño en un hotel. Una de las maletas estaba abierta en el suelo y la ropa se desparramaba por los sillones de alrededor.

-Puedes coger uno de mis pijamas, aunque quizá te esté grande.

Lo miré torciendo la cabeza.

-Solo eres 4 centímetros más alto que yo.

-Más pelo – rió.

-Más pelo – concedí.

Se agachó a rebuscar en la maleta y yo fui al minibar. Saqué para él un Redbull y para mí una botellita de Martini que preparé rápidamente con hielo. Sabía que no me convenía tomar alcohol en esa situación, pero realmente lo necesitaba.

Bill me lanzó un pijama a rallas y se fue a la otra habitación a cambiarse. Me deshice de mi ropa y me puse el pijama de Bill. Olía a él.

“Para ya, Tom. No pienses más en eso. Es un día muy largo, eso es todo.” Un día detrás de otro, eso era todo.

Bill volvió a la habitación. Llevaba el pelo bajo y tenía cierto aspecto cansado. Cogió su lata y le dio un trago mientras yo daba rápida cuenta de mi bebida. De repente, me di cuenta de algo.

-¿Y dónde voy a dormir?

-En la cama – contestó él con naturalidad.

-¿Y tú?

-Contigo. ¿No me irás a decir que ahora te da corte? De pequeños lo hacíamos a menudo -se le veía con la misma ilusión que un niño. - Oh, vamos. Por los viejos tiempos.

Suspiré. “Qué remedio”, pensé.

Una de las mejores cosas de las suites suelen ser las televisiones. Y aquélla en particular no estaba nada mal. Era de plasma. Bastante grande. Estaba delante de la cama, así que Bill se tumbó y la encendió sin hacerme demasiado caso. También terminó pronto su lata.

Me tumbé a su lado. ¿Por qué se alteraba mi respiración? ¿Qué era ese nudo en la garganta?

-Bah – dijo mi hermano apagando el televisor. - La programación es tan mala a este lado del océano como al otro. Mejor dormimos, ¿vale?

Que decir que no me dejó opción. Apagó la luz y se puso de lado. De cara a mí.

Pasaron unos diez minutos de silencio, sólo interrumpidos por nuestra respiración. Podía ver claramente que él seguía despierto, la luz que pasaba por las ventanas se reflejaba en sus ojos.

-Tom... - dijo al cabo de ese tiempo.- ¿Qué te pasa?

-Nada.

-No me engañes – hablaba en susurros. La escasa iluminación me impedía ver el gesto de su cara. - Sé que te pasa algo. Llevas unos días raro conmigo. Y lo que me has dicho allí arriba...

-Olvídalo. Por favor, olvídalo. Será mejor.

-¿Por qué?

-Porque ni yo sé lo que me pasa. Nunca me había sentido así. Siento... cosas que nunca había sentido, y creo que algo está mal.

Otra vez el silencio.

-Tom... ¿No será que estás enamorado?

“¿Enamorado?”. Esa posibilidad era aterradora. Por que solo habría una persona de la que yo podría estar enamorado, y eso era imposible.

-Y... ¿puedo preguntar quién es la afortunada? - preguntó con curiosidad.

-Nadie – contesté, para continuar suspirando – Nadie... Venga, vamos a dormir -cambié de tema.

-Buenas noches, hermanito.

-Buenas noches.

Cerró los ojos y adoptó una expresión de no haber roto un plato en su vida. Al poco su respiración se acompasó. Estaba cansado.

Yo, sin embargo, no pude dormir en toda la noche. Continué dándole vueltas a aquella posibilidad que daba demasiado miedo como para aceptarla.

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